martes, 12 de octubre de 2021

La verdad

 Esta mañana me he levantado a las 6,00 de la mañana para dar clases particulares a un niño español que vive en Yakarta ¿Pereza? Bastante, pero pagan muy bien y mi hipoteca no vive precisamente de mi procrastinación. Vive, aunque a veces me ahogue, de mi trabajo. 

El caso es que, poleo menta en mano, estuve explicando el personaje de Nora y el retrato Ibseniano de la “mujer emancipada” a mi alumno. Algo que me “puto flipa” y, a la vez, a veces me asusta; pero vayamos por partes en cada concepto:

Me flipa porque siempre me ha parecido uno de los retratos de “la mujer emancipada e independiente” más valientes del realismo teatral y teatro de tesis del siglo XIX. El que Ibsen se inspirase en un caso cercano y, con “un par” de atreviese a denunciarlo en forma de drama aún medio conociendo las consciencias de su polémico final en un público del siglo XIX me parece, cuanto menos, un signo de valentía incuestionable.

Sin embargo, me asusta también. Desde finales del XIX las mujeres hablamos de dar un golpe encima de la mesa, de emancipación sociocultural, de cambio de roles, de independencia total. A veces hasta yo misma me creo que lo estamos consiguiendo y es entonces cuando llega la sociedad y lo estropea. 

Llevo medio mes recopilando estas perlas de Helmers y Helmars del siglo XXI *Pista: la mayoría provienen de gente menor de 35 años*:

 “¿Para cuándo la boda?”

 “¿A ver si el novio de Fulanita nuevo la aguanta?”

 “Van a promocionar a una compañera por las cuotas de igualdad pero le he dicho a mi jefa que yo podría hacerlo mejor” 

“Le pregunté qué había de cenar y me dijo que sobras. Pf que lo cene ella yo pido algo por ahí”.

“No sé planchar, que aprenda ella que ya debería saber.

 “Las mujeres os flipas viendo comedias románticas y Sexo en Nueva York y buscáis un tío perfecto que os haga todo para no hacerlo vosotras”.

 “Una madre tiene hijos para cuidarlos, no para que los cuide el marido que no tiene tanto vínculo con ellos”.

Sigue asustándome mucho escuchar esto en pleno 2021, pero no dejaré de explicar a Ibsen en tiempos de Vargas Llosa. Perdonen los ofendidos 

domingo, 11 de julio de 2021

Apatía veraniega

 Hoy era un día soleado, un día prácticamente irreal en la temporada estival asturiana y un día especial: he salido de mi casa tras siete días de postoperatorio con una sonrisa y una paz espectacular después haber estado retorciéndome de dolor en la boca y garganta 7 días y siete noches; después subsistir a base de yogures congelados (eso tampoco estuvo tan mal) , beberme una media de seis litros de agua al día, ponerme al día de lecturas pendientes  y de aburrirme hasta del catálogo de Filmin. Quiero decir con esto que, indudablemente, tenía putas ganas de salir a la calle y mi espectativa era alta, MUY ALTA. Sin embargo, mi espectativa se fue a la mierda, os contaré cómo:

13,45, Gijón, Plaza del Instituto. Zara Home. 

Buscamos juguetes para la playa para mi sobrina de 14 meses. En la tienda, no puedo evitar escuchar un comentario político que vuelve a recordarme mi apatía de 2021: una señora insultaba a Alberto Garzón llamándole “hippie de mierda” ¿Motivo? aconsejó hace unos días que los españoles debíamos reducir el consumo de carne si queríamos dejar un mundo mejor a las futuras generaciones. 

Si esta señora fuese un caso aislado, qué bien iría el mundo…  el problema es que no lo es. La polémica de la carne es la punta del iceberg de la ecología, el reciclaje, la ropa de segunda mano, el consumismo, la picaresca española, la tauromaquia la vida con inmediatez… cosas por las que, aunque en tu día a día quieras rebatir y reeducar parece que no terminas de poder inculcar a la población que la carne, evidentísimamente CONTAMINA (Cowspiracy, 2014/ Matadero, 2017/ Rotte, 2018), que las calefacciones centrales favorecen que de asco respirar el aire de grandes ciudades; que Madrid Central y otros proyectos similares eran muy necesarios; que la vida no es el Ladrillazo y la Ley de Costas  22/1988, existe para algo más que su incumplimiento…

Como buena omnívora, me cuesta decir que no a un buen jamón, pero si el precio a pagar por ello es un mundo peor para los demás me quedo con  preferir un consumo ocasional ( que es precisamente lo que ha propuesto “ese hippie de mierda”). 



Si has llegado aquí, gracias  por leer mi opinión de mierda.