La gala de los Oscar que más recuerdo es en la que Heath Ledger ganó el premio a mejor actor de reparto por el film de Nolan, El Caballero Oscuro. Él no pudo asistir al evento; había muerto de una sobredosis accidental meses antes. Su familia fue en nombre de Matilda, su hija de por aquel entonces dos años. El discurso que su familia brindó fue formidable, especialmente lo que dijo su hermana aún hoy sigue grabado en mí memoria: "El cine es entrega, es pasión por un amor que pocos experimentan y comprenden".
Seis años después de aquel discurso, en Octubre de 2014 y en el día de mi cumpleaños, vi un largometraje que hizo que se me cayeran literalmente las lágrimas de emoción, y comprendí que esa pasión y ese "vivir por y para el cine" no es algo que concierne sólo a actores. Boyhood, de Richard Linklater es la nueva cara de un cine independiente que cada día consigue engancharme aún más a mi arte favorito. Filmado a lo largo de 12 años (2002-2013) pero únicamente en 39 días de rodaje, Boyhood o Momentos de una Vida en Español, narra la historia de Mason, desde los seis años y durante una década poblada de cambios. Es un camino de la niñez a la primera madurez post adolescente, un viaje de tres horas por la vida del protagonista que, en ocasiones, me recuerda a mi niñez.
La película se abre con el protagonista mirando las nubes, siempre cambiantes y siempre las mismas, y es que en Boyhood el tiempo pasa y esa frase se materializa en la película con una plasticidad y una textura física y corporal tan tangible que se puede sentir cómo el tiempo fluye y se escapa entre los dedos de un espectador que asiste al paso de la piel de niño del protagonista a la plagada por el acné durante su adolescencia, al aumento de las arrugas de Ethan Hawke y de los kilos de más de Patricia Arquette. Boyhood es una película de aprendizaje pero también de pérdida, de la pérdida de un paraíso infantil en donde todos son seguridades hacia un mundo en la que ya no hay certidumbres excepto la de ser lanzados al vacío.
Volviendo a Octubre de 2014. Después de finalizar lo que fue para mi junto a Gran Hotel Budapest y Perdida lo más revelador cinematográficamente hablando del año, me puse a dar un paseo por mi casa y a ver fotos de mi vida pasada que a mi madre siempre le da por organizar en orden de antigüedad. Me encontré a mi misma llorando mientras observaba una foto en brazos de mi madre con siete meses. Han pasado veinte años. Como he dicho el tiempo fluye, pero no sólo en el espectador ante la película sino también en nosotros mismos que no dejamos de ser eso, Mason's mirando nubes en el cielo mientras el tiempo pasa y nos hacemos a él.
Puede que Linklater no haya ganado ningún Oscar, pero definitivamente ha ganado un sitio en mi corazón.